A veces me meto en algunos líos… por decir que sí a todo.
En este caso, se trataba de un lote de unas 20 máquinas: carretillas frontales, apiladores, retráctiles… toda maquinaria para cargar palets en el almacén.
El lote me lo ofreció un cliente habitual, al que suelo decirle que sí a casi todo. Con él hemos recogido de todo: máquinas industriales de control de tiempo, líneas de producción, contenedores, palets, chatarra, etc.
Por suerte, el dueño de la empresa que lleva el mantenimiento de las carretillas es amigo mío, así que le pregunté cómo estaban. Su respuesta fue clara: “todo para tirar”. No valía nada; muy viejas y con muchos problemas.
Así que solo quedaba una opción: llevarlas a la chatarra.
Para evitar problemas, llamé a una empresa local con la que ya habíamos trabajado otras veces, y fuimos a ver el lote.
Entre las carretillas había cuatro con mástiles muy altos, lo que generaba un problema: una vez cargadas en el camión, superarían los 4 metros de altura (tope permitido, camión incluido).
Después de pensarlo bien, decidimos quitar las baterías —suelen ser de plomo y no puede caer líquido al suelo— y, con la ayuda de una grúa, cargarlas tumbadas en el camión. Así nos ahorrábamos desmontar los mástiles, algo que habría costado mucho dinero.
Era finales de julio. Cargamos lo fácil: las baterías desmontadas y los apiladores y frontales más pequeños… y llegó agosto. No había forma de encontrar una grúa.
Pasó agosto y, tras mucha insistencia, conseguimos una grúa. Me llamó el encargado de la empresa de chatarra:
“Aquí no ayuda a cargar nadie.”
Suele pasar en empresas así: entre prevención y cargos intermedios, todo son problemas.
Después de dos meses peleando, no me quedó más remedio que ir en persona a ayudar a cargar las máquinas. Mi trabajo fue enganchar y desenganchar las cadenas de la grúa.
Tres horas después, un tráiler y un camión de 7 metros estaban cargados, formando un auténtico tetris.
Cuando empecé a recopilar los albaranes del chatarrero… ¡oh, no!
Con las prisas, ni yo pregunté por el precio (pensé que se mantenía el de agosto), ni el chatarrero me avisó de que había bajado.
Resultado: el precio estaba por debajo del de compra, perdiendo dinero.
Después de varios días y alguna pequeña discusión, conseguimos mejorar un poco el precio y, aunque ganamos poco, al menos no perdimos. Ya es un éxito.
En este caso, el más beneficiado fue el cliente, cobrando entre 30 y 60 €/tonelada por encima del precio actual de mercado.
El chatarrero y nosotros… casi salimos perdiendo.
David Izquierdo
CEO iCommers